miércoles, 19 de enero de 2011

¿Una experiencia religiosa?

Antes que nada debo pedirles que hagan click acá para ilustrarles un poco más lo que leerán próximamente Enrique Iglesias - Experiencia religiosa.

Genial. Ya están preparados para ver las imágenes que le dan unidad al Blog con la canción y las payasadas que, en los próximos párrafos, escribiré.



Hace unos días escribí en mi Twitter algo así como "No hay nada más patético que galán de gimnasio", y después de haber revivido durante varios días la experiencia del intercambio e interacción social que existe en dicho recinto, sagrado para algunos -no se por qué-, creo que debo expresarles todo lo que siento al respecto.

El gimnasio es peor que una alfombra roja, es peor que una discoteca, es más charro que las páginas sociales de cualquier revista de tres pesos -léase Jet Set, Aló, Tv & Novelas, y demás atrocidades pseudo literarias-. Charro y aburrido en el sentido en el que es el sitio donde uno más expuesto está.

Es muy sencillo. Yo me pongo lo primero que encuentre: "una bermuda", una camiseta y no me importa si las medias me combinan o no. Puedo ir temprano en la mañana, probablemente recién levantado y sin bañarme, eso sí, me echo desodorante y agua en la cara y me lavo los dientes; también puedo ir por la tarde-noche, después de la universidad, y lo que lleve puesto me es indiferente.

Es ahora cuando debo hacer referencia al "galán" y a la "guaricha", así me referiré a las mujeres, en ningún momento peyorativamente -solo con propósitos de entretenimiento (como todo mi Blog)-, para que se pueda hacer el siguiente juego de palabras: "La guaricha y el galán", algo así como "La princesa y el sapo".

Siguiendo las reglas de cortesía y el Manual de Urbanidad de Carreño, describiré primero a la guaricha: generalmente gordita, con una zapatilla deportiva tipo Nike o la última Reebok; media futbolera arrugada, casi siempre hasta la rodilla pero espichada hacia el tobillo; "chicle" o "tight" que contraste con la media y el zapato, y si es blanco, que preferiblemente deje entrever el "panty" o la tanga; camiseta tipo "esqueletico" bien forrada y, como no, excesivamente escotada y que se suba al ejercitar para mostrar el tatuaje de la espalda; gafas para verse -más- "interesante"; el pelo suelto; y si está en sus días, un saco amarrado en la cintura.

El galán es fácilmente identificable. Generalmente camina como si fuera Tommy Boy en la escena de la piscina, tiene una sudadera Adidas, casi siempre negra, viste un elegantísimo esqueleto que luce los pelos de sus axilas y sus débiles músculos, tiene guantes porque levanta 220 libras, tiene un canguro -no se que carajos guarda ahí-, se amarra una pañoleta en la cabeza, lleva consigo un pequeño galón de Gatorade y, como no, suda como un caballo. Sexy.

No entiendo por qué la gente no ha entendido que el gimnasio no es un lugar de reunión social. No entiendo por qué la gente no entiende que entre más silencio haya, mejor. No entiendo por qué la gente no se ha dado cuenta de que uno va a hacer ejercicio, a sacar malas energías, y a desahogarse de cualquier tipo de problemas que pueda tener.

La gente va a "levantar", a "cotizar". Eso es peor que buscar novia por Hi5. La gente no se da cuenta de lo patética que es. La gente no es consciente de lo compleja que es la interacción social en el gimnasio. He visto, y debo decir que me divierte mucho, como el galán le dice a la guaricha: "Nena, ¿puedo ayudarte a colocar más pesas?". También he visto, y debo confesar que es mejor que la anterior: guaricha desagradablemente sudorosa se le acerca al galán, lo saluda de mano, es decir, no lo conoce y le dice, agachándose para mostrarle las tetas, "¡Ay!, ¿cómo estás, será que me puedes explicar este ejercicio que no lo entiendo?". El galán inmediatamente deja de hacer lo que sea que esté haciendo y hace todo lo posible para, mientras le explica el ejercicio, tocarla.

Yo sigo con lo mío. Mi iPod es mi único aliado, ni siquiera veo televisión porque en la mayoría de máquinas no se ve un carajo. Eso sí, apenas veo que tan divertida situación va a suceder, me quito los audífonos. De lo contrario no podría contarles mi experiencia... Horas o minutos después cuando acabo mi rutina y bajo a hacer estiramiento, es probable que la guaricha y el galán se estén tomando un suplemento vitamínico en la cafetería, y por supuesto, intercambiando pines o teléfonos.

Tengo que decirles que, a pesar de que todo lo anterior me parece muy divertido, el gimnasio es un lugar de culto. Culto al cuerpo, culto a la salud, culto a la vida social, culto a la estupidez humana, culto al sudor, culto al patetismo, culto a lo antisocial, pero nunca culto a lo personal. Casi que uno está obligado a hablarle a alguien, a interactuar con extraños que emanan gérmenes de sus cuerpos y tienen mal aliento... Como si fuera poco el antibacterial es de canela, ¡j-o-d-e-r!

A mí que no me jodan. Que me dejen en paz. Por naturaleza miro mal y soy antipático. El día que una guaricha se me acerque a mostrarme sus tetas le diré que no sea ñera, que me respete, que no me interesa congeniar con su suciedad, y que aprenda a respetar, pues al final del día, lo único que el gimnasio debe ser es un lugar de respeto, de ejercicio, de paz interior: casi religioso.

Como diría alguien que conozco, "esas interacciones postmodernas" no son lo mío. Yo solo quiero quemar grasa e ilusamente marcar mis abdominales. 

Espero que usted no sea de aquellos que vive el gimnasio como una experiencia religiosa. Si es así tengo que decirle que usted es un ñero.