martes, 2 de febrero de 2010

Placeres de la vida

Los verdaderos placeres de la vida se van descubriendo con la edad. Si bien es cierto que entre más viejo es uno, más mañoso se vuelve, también lo es, que con el pasar de los años uno se conoce cada vez mejor, y descubre cosas que jamás pensó le interesarían.


Gracias a Dios ya he superado algunos placeres (en su momento hace muchos años lo fueron), que ahora creo fueron más vicio que otra cosa: llámese billar con los amigos después del colegio, o tomarse una garrafa de aguardiente entre cuatro personas haciendo helicóptero (hasta que se acabe), también botar las bandejas con la basura y restos de comida en los sitios de comida rápida, etc... ¿Le trae recuerdos? Le suguiero que reflexione, vuelva un par de años atrás y se pregunte qué carajos era lo que le llenaba. Por favor no vaya a pensar que soy un vándalo, solo nombré esos ejemplos para ser bien explícito.


Según su carácter y personalidad tendrá usted ciertas inclinaciones hacía cosas que le producen placer. Entienda por inclinaciones lo que quiera, sea malpensado, o no. Seguro que eso de ser retorcido le produce mucho placer a alguien. En fin, puede que usted encuentre placer en el deporte, en el sexo, en la gastronomía, en la mecánica, en la biología, en las empanadas, en el jugo de guanabana, en mirar al cielo, en comprar ropa, en ir a la peluquería, en la remolacha o el brocolí, en la música, en quejarse, en ser un mojigato, en ser súper popular, en pintarse las uñas, en comprar marcadores, en espíar a la gente, en manejar (aunque no en Bogotá), en escribir y leer, o en no hacer nada, en los video juegos, en Facebook, en la lingüística, en el derecho, en los relojes, en el alcohol, en ser un malpensado, en criticar, en comprar bufandas, en viajar... puedo seguir escribiendo y este blog jamás se acabaría. Usted bien en el fondo sabe lo que le produce placer.


Por mi lado le puedo contar que algunas de las cosas (y muchas más) que mencioné en el párrafo anterior me producen placer y ciertas me repugnan... está siendo malpensado, ¿no? Pués piense lo que quiera, eso es problema suyo. Y sí, soy un mañoso, y también me estoy volviendo viejo, mi barriga es difícil de controlar y no paran de salirme canas, razón por la cuál quiero decirle unas palabras sobre algo que me produce placer incalculable: estudiar.


He cometido muchos errores en mi vida, pero como dicen las mamás: "Mijo, tranquilo que todo pasa por algo". Uno de ellos fue ser un desubicado -adicto al aguardiente y a jugar billar con mis amigos después del colegio- y no saber que carrera estudiar. Ahora bien, creo que es el mejor error del mundo. Debería existir una ley para que la gente no pueda entrar a la universidad siendo menor de edad -madre mía los personajes con los que me he topado-, es algo inútil.


Tengo 27 años y estoy en cuarto semestre de publicidad. Soy una década mayor que la mayoría de mis compañeritos de clases. Tengo cédula, barba, canas, barriga (voy en mi tercera dieta) y mi voz ya cambió del todo. No cambio por nada lo que estoy viviendo en este momento, no me pudo haber pasado algo mejor que comenzar a estudiar a los 26 años. Siempre me siento en primera fila, disfrtuo las clases, participo, pregunto, vuelvo a preguntar si no entiendo, le saco provecho a mis profesores, a la biblioteca, al tiempo libre que tengo entre clase y clase, y realmente amo lo que estudio y valoro mucho el conocimiento que los demás me ofrecen. Creo que soy un ñoño, ¿y qué?, que delicia poder serlo y apender al 100% lo que voy a hacer el resto de mi vida.


Siento un placer disparatado por la universidad, por estudiar y por mi carrera, que delicia poder decir esto. Me imagino la cara de sorpresa de ciertas personas leyendo esto, pués si, estudiar siendo medio viejito es el placer más grande del mundo.


Como diría un amigo: "Más feliz qué pescado (realmente sería pez) en un tetero", "Más feliz que marrano estrenando lazo" o si usted prefiere, "Más feliz que mico en un Bonsái".


Gracias por su atención... y de una vez por todas deje de ser malpensado.